miércoles, 10 de octubre de 2007

CIENTO Y PICO

El aspirante a poeta de la isla me regaló un habano. Anoche lo estaba fumando, en esta misma silla. Miré por la ventana. Se veía el perfil del oeste de la isla, recortado por las cuatro luces de las casas que construyeron los primeros hebreos. Di una calada de unos quince segundos.

Volví a mirar. En el paseo había una pareja de turistas. Imaginé su conversación:

[Él] Podríamos ser tan felices aquí.

[Ella] ¡Son tan mágicos los atardeceres!

En la bandeja de entrada había un correo del padre de Kate. Después de otro tiento al habano, lo leí. Era una nota de agradecimiento. Su tono me recordó el título de esa película de Charles Bronson, “fríamente, sin motivos personales”. La vieja escuela holandesa, pensé.

El puro se apagó.

Miré las estadísticas de este blog, miré por la ventana, examiné de nuevo la bandeja de entrada. Limpié con el cepillito de mi secretaria la ceniza que se había caído sobre la mesa y el teclado. Cerré los postigos de la ventana, apagué el ordenador y salí.

Así terminó el día veintiséis mil y pico, capítulo ciento diecinueve de “El Jacho”.

1 comentario:

Ten con Ten dijo...

Como dirían por aquí: ¡qué pechá de días, niño! Y por seguir plagia que te plagia: "que los pases muy felices y ahora sóplale a luz. Feliz, feliz nocumpleaños a tuuuuuuuuuuuuu."

Saludos.