miércoles, 26 de diciembre de 2007

BOXING DAY

El que sabe de Saba de verdad, es el padre de uno de los vendedores de cacahuetes del puerto. Ese hombre tiene cien años, por lo menos. Cuenta historias de cuando se usaban quinqués y sólo se comía pescado frito. Me acuerdo, y trato de deleitarme, de los hermosos ejemplares de besugo y de lubina que nos hemos comido en Madrid, y recuerdo que cuando comía esos trozos jugosos, me acordaba de ese señor –debería decir venerable por que se llama así a otros con menos méritos. En los tiempos en los que él no era viejo no existía ninguna clase de turistas; el padre de Hassell tenía visitantes, eso era todo. Vivía cuando The Road no era más que una pista forestal. Ha visto pasar cuatro huracanes de los gordos.

No sabía si hablarles de él, pero me he decidido porque hoy es Boxing Day y hace unos años me contó una historia muy buena acerca del origen de esta fiesta en Saba, (en otros países ya se celebraba). Como sabrán, el término se refiere a las sobras que quedan de los días de fiesta. Las familias burguesas de Saba también adquirieron la costumbre de dejar a los pobres los restos de navidad dentro de cajas de madera; lo hacían con la condición de que no hubiera nadie esperándolos a la puerta ya que otros años sus sirvientes, sospechosos de favorecer a estos o a aquellos, habían vuelto con el ojo morado o un brazo roto. Los jefes de las familias acordaron pegarse mientras esperaban en una esquina, de forma que los que ganaban el combate eran los que elegían las mejores sobras. Con el tiempo, y con la llegada del orden deportivo, se convirtieron en veladas al gusto europeo, solo que aquí se celebran en pajares y se terminan cuando uno de los dos está inconsciente.

En mis tiempos de borrachín acompañé a amigos que perdieron la mitad de su hacienda en las timbas que se organizan después. He asistido muchas veces, aunque he jugado poco y ganado menos. Durante un tiempo, el padre del manisero, se encargaba de repartir las sillas; luego pasó a vender los cacahuetes y, tiempo después, montó un bar en la esquina norte del pajar. No tengo conciencia ni del ochenta por ciento de las historias que me contó ni de lo que sucedía en las mesas; sí de que hubo veces que tuvimos que salir corriendo –algunas veces, en ese periodo, me vomitaba la camisa- porque alguien tiraba de cuchillo y dejaba a uno o a dos pegados a las tablas.

Esta noche me quedaré en casa. No creo que ponga el canal del combate, lo más seguro es que veamos un episodio de “A las once en casa”. Me comeré el resto del pollo relleno con piñones y es posible que me tome una cerveza. Una y a la cama.

lunes, 24 de diciembre de 2007

PROPALAR EL SILENCIO

Hay un instante, antes de la página en blanco, que lo paso pensando qué es lo que tengo que contar. Un texto vive gracias a los otros (aunque sea gracias a su desinterés); un no texto, el documento1, solo significa algo para el que lo trabaja, en este caso Vilos. Si le da a suprimir, si se va del despacho sin guardar los cambios, la reflexión que espera el lector dará paso a un catálogo de vagas suposiciones: está muy ocupado, está de viaje, está deprimido, debe haber ido con Carmen al supermercado, tiene trabajo atrasado, ya no le gusta tener un blog etc. En este constante intercambio, el blog estancado puede ser tan elocuente como cien líneas sabrosas; solo hace falta un golpe de vista para descubrir que el jacho flaquea. El silencio sugiere que alguien vive detrás, el texto no suele conseguirlo.

Carmen, que es mejor lectora que yo, rara vez me pregunta por lo que he colgado aquí. Sé que visita la página cuando me dice: “Llevas unos cuantos días sin escribir, ¿qué te pasa?” Por ella estoy haciendo este post. ¿Cómo son los textos de aquél que no encuentra nada que decir? Mi ambición es lograr que sustituyan al silencio sin tocarlo. Lo que haga con esta página en blanco, con las cien, doscientas o mil que me quedan por llenar, debería respetar al menos la belleza de ese silencio, la serenidad que aprecio (espero no ser el único), cuando me sumerjo en la incomunicación.

Cuando me siento en la playa, más que pensamientos, hallo una comprensión que no tardo en perder a fuerza de diálogos; que no consigo plasmar en las cien líneas que lleno de sabrosas palabras. Mi propósito para el año que entra es trasladar esa delicada comprensión a la próxima página en blanco.

¿Alguien cree que lo vaya a lograr?

martes, 18 de diciembre de 2007

AYER POR LA TARDE

Por más que haga memoria, no sé. ¿Recuerdo las noches de boxeo? Tal vez. Cuando pasé la diálisis muchas cosas quedaron atrás, rostros, frases, nombres… ¿Mia Farrow? Es el nombre de una actriz ¿verdad? Si después de tantos años quien sea (quien seas) no se atreve o no quiere dar su nombre, ¿cómo pretende que le recuerde?

En efecto, el 26 hay boxeo. Como todos los años. Lo ha podido leer en Internet. ¿Es una broma? Bien, no perdamos el tiempo. Ya digo que muchos nombres se quedaron en los charcos; que los rostros del ayer hoy los veo deformados por el culo de un vaso. ¿Mia Farrow? No caigo, ¿es algún tipo de broma? Dejémoslo ahí.

Ya hemos aterrizado, después de un mes -mes y medio.

Ayer estuvimos por la tarde en la playa, solos Carmen y yo. Ella me decía, qué ridículos se han vuelto los españoles. Yo le dije, aún no han interiorizado lo que vale un euro (creo que se lo he oído a un ministro).

Ya, qué cambio. Qué ridículos (¿te fijaste qué coches se veían por el centro de Madrid, Vilos?). La abundancia es hortera.

¿De verdad que no quieres que volvamos, Carmen?

Miró al frente, adonde se supone que queda Phillipsburg. El sol caía como una moneda naranja que se colara por la ranura equivocada del cosmos. Cientos de pulgas brincaban a un metro de la orilla. Me respondió con otra pregunta.

¿Cómo estará Circe?

Y los dos callamos otros cinco minutos, hasta que la brisa erizó mis brazos (ella los llevaba tapados).

Escucha, cariño: ¿alguna vez te he hablado de boxeo?

sábado, 15 de diciembre de 2007

QUIERE A SU FAMILIA

Mi sobrino ha tenido un éxito inesperado. No creo que sigan su blog, pero tal vez hayan visto una entrada que trata de un amigo suyo que se cayó a un río en Noruega. Un caso peligroso, el chico podía haber muerto. El asunto es que han metido su reflexión en uno de esos rankings de páginas web y ha tenido más de doscientas visitas. Yo, que, aunque parezca que no, me entero de que hay blogs que siguen mucha gente y otros, como los nuestros, que son algo así como un jardín japonés después de que un macarra lo destroce con su coche; digo que hasta yo sé que doscientas en un solo día son muchas.

Es un chico especial. Esto tan pronto le anima como le deja siete días flojo, delante del ordenador, pensando que no hay nada que valga la pena decir. En el Skype, le he preguntado si eso le iba a animar a colgar entradas más de seguido (creo que su blog no llega a los veinte posts), y se ha reído: "ni que el número tuviera algo que ver" ha dicho.

Allí en Madrid le he notado más cariñoso que otras veces. Le hemos invitado a regresar a Saba con nosotros, pero ha contestado que si el trabajo… el de su chica… qué sé yo… A cada uno el Caribe le llega en el punto en que le tiene que llegar. No hemos insistido.

Cuando se olvide de esta anécdota de los doscientos visitantes, y de habernos tenido allí estos quince días, Pablo seguirá creciendo a tirones. Es posible que sólo le vea una o dos veces más, antes de que me llegue la hora. Espero que aún tenga tiempo de decirle que eso de la abulia es la herencia torpe de nuestra familia; de pedirle que no haga caso de esta genética nuestra, tan sombría.

martes, 11 de diciembre de 2007

RESPUESTA A LOS ÚLTIMOS COMENTARIOS

Me piden dos navegantes que hable de lo cotidiano de la isla, y a la vez que traiga los horarios de los barcos que viajan desde un punto hermoso del Caribe hasta otro. Sé que ha habido barcos entre Dominicana y Saba, pero no estoy muy seguro de que sigan existiendo. Este viernes volvemos. Intentaré averiguarlo; es posible que mi secretaria lo sepa.

Sobre la vida corriente creo haber hecho un buen número de entradas. Es cierto que desde que comencé este blog han pasado cosas que lo han convertido en un terreno ficcional y que, cuando me ha salpicado la grasienta espuma de lo monótono, he escapado a territorios líricos, de mi propio lirismo (no vale mucho pero es el que tengo); olvidando a las cajeras del supermercado, a los empleados de las tiendas de submarinismo, la lluvia tropical, el arroz y el pollo. Lo más probable es que no sea un buen guía. Ojalá pudiera recomendarles otro blog de Saba pero, si lo hay, no lo conozco (por otra parte, si lo hay no creo que esté escrito en castellano).

Amigos, les pido que se conformen con lo que hasta ahora he podido ofrecerles. Echo de menos Saba, y como la echo de menos, también añoro la vida cotidiana, así que es posible que a partir del viernes vuelva a desplegar (o despliegue por primera vez) material de costumbres al uso. Sobre lo de los barcos, le aconsejo que mire en la oficina de turismo de la isla. Si esta modesta compilación de textos ha servido para acrecentar sus ganas de viajar a Saba, no puede imaginarse lo halagado que me siento.

martes, 4 de diciembre de 2007

OTROS OPINAN SOBRE EL JACHO

Carmen (su mujer) -Estos años, que llevo con él, me han convencido de que he sido un puerto al que ha llegado tras recorrer los siete mares; en cierta medida me he mimetizado tanto con Saba que pertenezco a esta isla. Hay una canción muy bonita –que a él le encanta pero le da pudor hacer otra de sus explicaciones- que es de Pablo Milanes, amo esta isla, dice. Cuando estamos románticos siempre me la canta y me mira como si efectivamente yo fuese Saba.
Lo que más me molesta de él es el ruido que hace cuando come cacahuetes.

Pablo Elorduy (su sobrino) -Tenía la idea de que mi tío era un sinvergüenza hasta que le conocí hace cinco o seis años. Cuando hablaban de él, mis padres se sonreían y usaban esas expresiones que sirven para retratar a los golfos. Me decepcionó la primera vez que le vi: esperaba una estrella de Rock, y me encontré a un anciano con la mirada vidriosa y la mirada huidiza. No sigo su blog, pero me parece bien que lo tenga.

Hassell el viejo (rival) -Lamentablemente, en el caribe nunca nos hemos logrado librar de esta clase de hipócritas ganapanes que abren la ventana cuando les pedimos que abran la puerta. Lo malo es que los nativos no ven bajo esa máscara de simpatía, malo en primer lugar porque con esa actitud le dan alas y en segundo porque, por el hecho de que haya blancos que tratan con ellos de esta forma desastrosa, algunos nativos se toman confianzas excesivas en sus tratos con la gente de orden.
Si me dieran un centavo por cada palabra bonita que dice Cohaagen, ahora sería el hombre más rico del mundo. Lo de la web es otra patochada de una larga lista.

Circe Denise (compañera de viaje) -No puedo decir sino que ha sido todo un caballero.

Primer Poeta de la Isla de Saba (Idem.) -Don Vilos no existe, es una cueva del Caribe que dispuso Salgari desde su tonel y que un incauto buscador de tesoros no alcanzará sin antes reconocer la añagaza. Qué clase de Vilos, romántico ebrio gallegazo ha vivido en que clase de Saba en qué clase de mundo, eso es un milagro óiganme. Que viva Don Vilos es una bendición y si muere lo será también, óiganme.

sábado, 1 de diciembre de 2007

EL CULEBRÓN

Alquilamos un coche cerca de la casa de mi hermano. Fuimos los tres por una carretera estupenda, de esas que solo necesitan los países avanzados. Circe con su mp4. No se separó de él desde que se me ocurrió regalárselo. El hijo de la viuda de mi hermano lo rellenó de canciones que era la primera vez que oía. Aquella tarde pensábamos que estaba cortada, fue muda todo el viaje; ahora sabemos que es su forma de ser. Llegamos la tarde antes y estuvimos dando vueltas por Hannover -cómo ha cambiado esa ciudad- la llevamos a cenar a un buen restaurante y en la vuelta al hotel parecía contenta.

Laudél estaba tan demacrado que se me saltaron las lágrimas. Arreglamos nueve o diez papeles, los firmó temblándole la mano, más por el miedo o por el significado que tenían esos papeles que por la enfermedad. Para ésta apenas tuvo unas vagas palabras de queja. Carmen entró a saludar (ella dice que se acuerda de haberlo visto en The Bottom, yo no lo recordaba) Después, Circe permaneció cuarenta y tres minutos en la sala de visitas. Salió impertérrita. A los veinte minutos ya estaba cantando canciones de los Beatles. Esa noche le contó a Carmen que su padre le había aconsejado que se quedara en Holanda y no volviera a Saba. Piensa que va a tener más oportunidades, y no nos atrevemos a llevarle la contraria. Al día siguiente llamó a su tía, luego me puse yo, luego Carmen. La tía no quiere.

Hemos llegado a un acuerdo, Circe vuelve con nosotros (Carmen leyó el último post y dice que no la comprendo, que prefiere estar en Saba: “En Madrid, dice, se vive de quince en quince minutos). Una vez en la isla, si sigue con la idea de marcharse, la ayudaremos –es posible que consigamos que reciba una pensión del ejército americano.

A parte de eso, me quedé con la sensación de que la había acompañado a ver a un oráculo triste. La sacamos de la molicie del arroz con lapas y del cuidado de sus primos para ponerla de cara a la muerte. Ya no era su padre, ya no era nada de nadie, sólo una cosita temblorosa y grave, adicta a las drogas, llena de dolor. Circe fue muy práctica y se refugió en las canciones. Por el retrovisor, a menudo la veo emocionarse cuando escucha y acompaña a media voz un tema de Céline Dion o de Tony Braxton.