miércoles, 24 de octubre de 2007

PROBLEMAS

Nos habíamos acostumbrado al dolby surround y el ruido de los truenos, por eso el golpe de los nudillos contra la puerta nos sobresaltó un poco.

A primera vista no reconocí a las mujeres empapadas que esperaban en el umbral, hasta que la mayor sonrió, y me percaté de que era la hija de la anciana de Teloria que el mes pasado me llamó a su lecho de muerte. La acompañaba su hija –o su sobrina- una belleza que seguramente no alcanza los veinte años, el cabello negro, inflado por la lluvia, los dientes bastante sanos, los pechos asimismo inflados debajo de un raído anorak azul.

Foto apropiada

Las invité a que se sentaran en el salón, les pasamos unas mantas, y Carmen les regaló ropa, para que se cambiaran y también para que se llevaran a casa.

No tardaron en explicarnos el motivo de su visita: durante la tormenta se ha terminado el agua mineral en los supermercados de la isla. Hassell asegura que llegará un barco con garrafas dentro de tres o cuatro días, pero los primeros en aprovisionarse serán los hoteles, y mientras tanto, se multiplican las intoxicaciones y el riesgo de contagios en los barrios pobres.

Nosotros tenemos seis bidones de veinte litros. Casi toda la utilizamos para beber o para cocinar. Normalmente, hubieran durado hasta Diciembre o Enero, pero cuando la almacenamos, tuvimos en cuenta que podía sobrevenir una emergencia de esta clase, así que les dimos dos bidones y el que teníamos empezado.

Las invitamos a comer y después las llevé en coche hasta el límite del barrio. Allí esperaban cuatro muchachos llenos de barro que cogieron las garrafas y que, a pesar de los chuzos, no paraban de reírse.

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