Entre tanto estamos viendo los capítulos de la primera temporada de la serie “Roma”, producida por el canal HBO, la misma cadena que nos obsequió “Los Soprano”. Los personajes no alcanzan la profundidad de los mafiosos de Jersey, pero “Roma” vale la pena en primer lugar por su producción, luego por el trabajo de documentación y por último, aunque esto ya es opinable, por la buena calidad de sus guiones.
Catón y Metelo Escipión tras la batalla de Tapso (46 a.d.C)
Como en cualquier serie, hay unos protagonistas 'a pie de calle', unos Alcántara que de vez en cuando cruzan sus destinos con los Julio César, Marco Antonio, Bruto, Cicerón etc. Las peripecias de estos anónimos ex soldados no se hacen muy pesadas ya que nos acercan a la vida cotidiana del siglo I a.C. Interesantísima, como saben. No menos apasionante es la recreación de las intrigas de las "Gens" patricias, de sus luchas intestinas a medio camino entre el honor y la arbitrariedad, de sus villas, sus esclavos, su senado, sus lujos.
Desalambrar la historia es un proceso de años, durante el que el aficionado tiene que procurarse todo tipo de herramientas. Una serie de televisión no puede alcanzar el grado de “alta cultura” que buscan los más eruditos. Hay quien dirá que es un pastiche, habrá otros que opinen que está hecha para legitimar, de forma sibilina, el dominio imperial de Estados Unidos, una mayoría encontrará aburridos los continuos fracasos de las últimas conjuras republicanas; pero como yo no soy erudito, ni creo que la serie quiera legitimar el imperio (más que nada porque no hace falta, de tan asentado que está), ni pienso que sean aburridos los esfuerzos de Catón el joven, la recomiendo, la aplaudo, la vivo. Y como este blog no lo lee ni Júpiter Capitolino, aquí lo escribo, porque es lo más parecido que tengo a un altar de dioses penates. Y espero que mi oración les llegue y para eso les ofrezco la entrada de hoy.
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