miércoles, 31 de octubre de 2007

DISCULPEN EL PESIMISMO

En este infame tránsito de lágrimas celestes y cuchillos resplandecientes, encuentro pocos motivos para el optimismo y la sonrisa. Llevo, ¿cuánto? ¿dos semanas? encerrado en casa, sin pisar la playa, recortando los paseos; evito a los vecinos y ellos tampoco saludan; la cosecha de melocotones de Hell´s Gate se ha ido a la mierda, uno de los burros se partió la mano en el tremedal (oiga, ya sé que la tormenta podría ser peor, ¿alguien se cree que eso es un consuelo?), veo las gotas marrones de lodo y a ratos una veta de sol que las atraviesa, tangente burla que refleja el charco de mi porche; después arrecia la recia agua que golpea el viento de huracán, y se vuelan los paraguas, y se hinchan los chubasqueros, y yo metido en casa, me cago en todo eso, y créanme que es grave porque yo soy comedido, una lluvia de una semana no me vence, pero quince días aquí son demasiados para creer en el caribe, son demasiados.

Carmen dice que estoy triste, y no sé si regalarle una pipa, o mandarla a que vaya a buscar a Mycroft Holmes para que le diga cómo me puedo curar (si es que tienen tiempo), y dice que cuando estoy triste me pongo sarcástico, ella dice insoportable, y dice (dice dice) que me tengo que tomar unas vacaciones, y probablemente eso es lo que haré mañana.

martes, 30 de octubre de 2007

LO QUE QUIERO DECIR

Hicieron una pregunta que temo y que no me gusta escuchar ¿qué has querido decir? quise decir que alguien se partió el pie porque se cayó de la acera, y el lector contestó: “ya...”

A veces, por la noche, vuelvo a leer lo que he escrito, y me hago esa pregunta, y pienso que quizá los escritores de verdad también detestan que les pregunten qué han querido decir, y eso es una manera de odiar a ese tipo de lectores –que quizá ni siquiera sean sus lectores-, porque si hubieran querido decir algo más, lo hubieran dicho, y si dicen algo después, es que no están muy contentos con su texto, y tener que reconocérselo a alguien es desagradable, porque entonces, el lector preguntón pone esa cara de inquisidor, y contesta “ya...” y el silencio que acompaña a ese “ya...” es vertiginoso, y parece que solo se pudiera romper pidiendo disculpas por el vano intento de expresarse.

A veces, cuando lo releo, intento averiguar qué he querido decir, y lo veo claro, o lo veo como una adivinanza, porque no siempre se ven claras las ideas, no siempre tengo una sola opinión; sucede, con mucha frecuencia, que no tengo ninguna, ni antes ni después de escribir el texto. Por eso, si alguien me pregunta qué he querido decir, lo que hago es repetir una frase que ya he dicho, y si cuela, cuela.

Entonces le contesté:
se ha caído
y se ha roto el pie.

lunes, 29 de octubre de 2007

"CUERPITO"

Aquí en Saba se dice que alguien tiene “cuerpito” cuando tiene resaca, aunque no es exactamente resaca lo que tengo ahora, porque saben que desde hace años, si bebo alcohol, soy más que prudente. No obstante hoy tengo “cuerpito” y es que el sábado trasnochamos. Estuvimos de palique toda la noche, hablamos de Bush con unos turistas americanos, hablé de España con una turista francesa, cantamos con ella canciones de Serrat, hasta que el dueño de “La taza de oro” nos dijo que, o nos callábamos o nos íbamos; saludé a la facción barbuda de los poetas y les hablé de ustedes, es decir, les hablé de este blog.

Llevaba tanto tiempo lloviendo, que el sábado, quien más quien menos, quiso olvidarlo (o festejarlo); por eso nos calzamos las katiuskas, y atravesamos el pertinaz manto de barro, bordeando charcos y baches. Me gustó que la taza estuviera tan animada. Normalmente es un sitio triste en el que se emborrachan los turistas que esperaban otra cosa del caribe; el otro día, en cambio, era un centro social, y el olor a serrín y a impermeables secándose en las estufas era especialmente agradable. Como digo, nos lo pasamos muy bien.

Ahora tengo “cuerpito” pero me ha ido mejor que a otros, que terminaron tan borrachos que al volver a casa se resbalaron (hay uno que se ha partido el pie).

viernes, 26 de octubre de 2007

PERDER ES MÁS HUMANO QUE GANAR

Leo esta mañana una frase que me deja perplejo, la debió pronunciar hace tiempo Arsenio Iglesias, cuando era el entrenador del Deportivo de La Coruña. Dijo el técnico –lo recuerda el periodista Orfeo Suárez-, que perder es más humano que ganar. Puedo imaginar al humilde gallego justificando así una derrota concreta, no muy dolorosa, o dolorosa como la vida, a la que estaba resignado.

Forman parte de mi generación los que comprendieron la historia de esa extraña forma, los que crecieron acusando al vencedor, sin transformar esa acusación en protesta porque alguien tenía que haberles vencido para que ellos se demostraran humanos, tiernos, honrados. Entendían la derrota como una absolución.

Los hay que dirán que solo estaba hablando de fútbol, y probablemente tengan razón; de tan dramática, la frase sólo se puede aplicar al deporte o a la guerra. En cualquier caso, me gusta que deja al victorioso sin la posibilidad de justificar las acciones probablemente reprobables con las que obtuvo el triunfo. Sin embargo, no creo que fuera eso lo que quería decir Arsenio, quizá él se refería a que perdieron por culpa de un despiste.

jueves, 25 de octubre de 2007

¡50 LITROS!

Vaya enfado se ha pillado mi secretaria cuando le he contado lo de los bidones. No cesaba de repetir: ¡CINCUENTA LITROS!
Según ella, todos me toman por tonto.

Dice que no es verdad que se haya acabado el agua en los supermercados, y si lo dice ella... Vamos, que en quince años no le he cazado una mentira, no ha faltado un solo día al trabajo.

Le explico –y con eso, de alguna forma, le estoy dando la razón- que lo de menos es el agua; lo que duele es que utilizaran la necesidad como cebo.

Hay pocos pobres honrados –sentencia.

Quiero decirle que no, que la necesidad es la misma, y el engaño es un acuerdo tácito entre el pobre y el rico; la forma de que las relaciones entre clases se mantengan tensas, “como tienen que estar”, le digo, rememorando el año en el que fui comunista.

Así va el mundo –contesta.

Me dan ganas de decirle ¿así, cómo?, de preguntarle qué sabe ella del mundo, si vive en una isla de mil quinientos habitantes y jamás ha salido de aquí. Pero, cuando alguien dice una frase como esa ningún otro tiene derecho de replica. Así va el mundo para ella, así va.

Hay que haber estudiado semiología para discutir con mi secretaria. A estas alturas de la partida ya es raro encontrar a alguien que utilice menos sutilezas, que despliegue una moral tan monocorde, un lenguaje tan monolítico. Habría que ser Umberto Eco para entender la amplitud de esas palabras que suenan como felicitaciones en un bautizo. Tendría que rastrear la huella arqueológica de tanta integridad para acabar descubriendo (seguramente) que su reino no es de este mundo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

PROBLEMAS

Nos habíamos acostumbrado al dolby surround y el ruido de los truenos, por eso el golpe de los nudillos contra la puerta nos sobresaltó un poco.

A primera vista no reconocí a las mujeres empapadas que esperaban en el umbral, hasta que la mayor sonrió, y me percaté de que era la hija de la anciana de Teloria que el mes pasado me llamó a su lecho de muerte. La acompañaba su hija –o su sobrina- una belleza que seguramente no alcanza los veinte años, el cabello negro, inflado por la lluvia, los dientes bastante sanos, los pechos asimismo inflados debajo de un raído anorak azul.

Foto apropiada

Las invité a que se sentaran en el salón, les pasamos unas mantas, y Carmen les regaló ropa, para que se cambiaran y también para que se llevaran a casa.

No tardaron en explicarnos el motivo de su visita: durante la tormenta se ha terminado el agua mineral en los supermercados de la isla. Hassell asegura que llegará un barco con garrafas dentro de tres o cuatro días, pero los primeros en aprovisionarse serán los hoteles, y mientras tanto, se multiplican las intoxicaciones y el riesgo de contagios en los barrios pobres.

Nosotros tenemos seis bidones de veinte litros. Casi toda la utilizamos para beber o para cocinar. Normalmente, hubieran durado hasta Diciembre o Enero, pero cuando la almacenamos, tuvimos en cuenta que podía sobrevenir una emergencia de esta clase, así que les dimos dos bidones y el que teníamos empezado.

Las invitamos a comer y después las llevé en coche hasta el límite del barrio. Allí esperaban cuatro muchachos llenos de barro que cogieron las garrafas y que, a pesar de los chuzos, no paraban de reírse.

martes, 23 de octubre de 2007

YA ESTÁ AQUÍ EL TEDIO

Lo veo con su traje viejo, de pie, el codo apoyado en la repisa de la chimenea; es un diletante de esos que fuman en pipa. Hace años lo saqué de una obra de Conan Doyle.

[T] Ese empeño que pone usted en negarme es ridículo, señor Cohaagen. Después de tantos años, esperaba, si no una muestra de camaradería, al menos cierto reconocimiento.

Me resisto a contestarle. Concentro la mirada en la novela:

Florencia giraba alrededor, como una rueda de oro, sin que la notara

[T] Francamente, que no pueda dedicarme una hora, después de que le he dejado cuatro días para leer, me parece una descortesía atroz por su parte.

Florencia giraba

[T]¿Qué tengo que le disturba tanto? ¿en veinte años no ha podido acostumbrarse a mis visitas?

alrededor

[T] Incluso adopté el aspecto que usted me dio: epigramas, pipa, levita, hasta este ridículo deje inglés. Me he adaptado a su calendario, he respetado su felicidad conyugal, no le molesto cuando está en su oficina, ¿merezco este trato? ¿ni una mirada? ¿ni un saludo?

Florencia giraba alrededor, como una rueda de oro

[T] Oiga, ¡que sé que me está escuchando!, no finja. Compórtese como un adulto.

En efecto, muevo mis ojos desde la frase hasta la chimenea. Allí está. Sonríe satisfecho antes de evaporarse. He cerrado el libro. En la chimenea quedan unos rescoldos que en un par de horas se enfriarán, donde estaba su codo ahora se ve la vieja foto de mi hija. Si se quedara a conversar, el muy descarado... Pero no, siempre hace lo mismo, en cuanto le hago caso, se va. Ni siquiera comprueba que lo siguiente que hago es encender la tele.

lunes, 22 de octubre de 2007

TORMENTA


Llevamos cuatro días viendo llover. Hay a quien le gustan las tormentas. Están también los turistas, que amenazan con amotinarse, que dicen que descansan cuando en realidad se deprimen en el vestíbulo del hotel. En las empresas de submarinismo los empleados aprovechan para ponerle parches a los neoprenos. Tampoco salen los pescadores, ni se montan los tenderetes del paseo marítimo.

Esta semana mis recuerdos tejen una red melancólica con las puntadas invisibles que son las gotas de lluvia. Para nosotros, para nuestra memoria, hubo quien escribió antes, quien hizo que le escucháramos, a pesar de la fórmula uno, quien consiguió que pasásemos de nuestros vecinos, del agua y del tiempo. Mi agradecimiento va desordenado hacia ellos: Jane Austen, Iris Murdoch, Stendhal, Nemirovsky, Tolstoy, Dostoyevski, Sábato, Bolaño, Cervantes, Calvino, Clarín, Unamuno, Max Aub, Malraux, Graves, Montalbán, Conrad, London, Madox Ford, Bellow, Vargas Llosa, Onetti, Baroja, Ibsen, y aquellos a los que olvido aunque estén en mi maleta.

Pienso en la gente que, ni siquiera cuando llueve, contempla esa opción. Gente como el turista o el que remienda los monos de buzo, que jamás creerían que un atado de páginas puede dar tanto placer. Admito que me dan pena, como al poeta se la dan los que no leen más que novelas. Quisiera mirarles a los ojos y decirles “os estáis perdiendo algo maravilloso”, pero no todos caben bajo el mismo paraguas.

Así que dejo que sigan a la intemperie, más que nada porque sé que si les hablase, no me harían caso.

viernes, 19 de octubre de 2007

(BUENA) FE DE ERRORES

No quiero que termine la semana sin reconocer los errores que he cometido, aquellos de los que soy consciente, porque los otros van en el equipaje y será difícil que alguna vez me libre de ellos. En primer lugar, he de decir que el texto de ayer está mucho más que inspirado en la obra de Robert Graves “El Conde Belisario” publicada por Edhasa (por cierto, hay que ver cuántas erratas tienen los libros de esta editorial). No es la única omisión que he hecho en estos cinco días, tampoco indiqué que la fotografía del artículo de Zarabanda es de Javier Ortiz; acaso pertenece a algún reportaje que no he leído.

Me entristece más el hecho de que el contenido de esa misma entrada, después de los acontecimientos, se haya quedado en un capricho literario. La idea inicial fue relatar, desde un punto de vista a medio camino entre la ironía y la nostalgia –atontada nostalgia de la arcadia-, la singular vida de los gitanos de la Cañada real. Sin embargo, mi desconocimiento de la realidad de los desalojos (que afectan, sobre todo, a lo que en el relato llamo “la otra parte del poblado”) lo ha dejado cojo, insuficiente y ha acentuado el error de fondo, una clase de error que cometo con recurrente torpeza: se trata de la frívola inexactitud; de la omisión (por olvido) de aspectos fundamentales.

Sé que echarán de menos la autocrítica con respecto a mis problemas con la sintaxis, la ortografía, el vocabulario, y que muchos pensarán que no hay nada peor que este estilo. No pretendo, aunque lo parezca, humillarme, ni estoy poniendo un reclamo para captar su adeshión, sus ánimos o sus palabras de consuelo. No creo que pueda reparar lo que no tiene remedio.

Una vez oí a un entrenador de fútbol que les decía a sus jugadores: “Cometamos mil fallos, pero que no sean los del domingo pasado. Que sean nuevos, por lo menos”

jueves, 18 de octubre de 2007

ROMA -HACIA EL FINAL-

Belisario según David, el pintor de la revolución

En el siglo VI, la ciudad de Roma se quedó vacía por primera vez desde su fundación. Algunos viejos, que no quisieron o no pudieron salir, los gatos que escaparon de los pucheros, ratas y palomas hacían compañía a los soldados del conde Belisario.

El monumental escenario del asedio no motivaba a las tropas del conde. El senado, el foro... apenas había alguno que supiera lo que fueron. El sueldo llegaba -si llegaba- desde Constantinopla, Roma era poco más que Nápoles, poco menos que Ravena. Los soldados pasan de lo simbólico.

No hay nostalgia de los triunfos, ni de los esclavos, ni de los sacrificios ¿cómo va a ser eso? No hay nostalgia: las piedras no evocan nada después del saqueo de los siglos, es mejor defender a la ciudad si está muerta.

El historiador saliva ante la idea de imaginársela así, como la vio Belisario. Se pregunta si Justiniano le dejó ciego, al conde, porque había visto qué queda de un imperio cuando ya ni siquiera hay tiempo para los funerales.

miércoles, 17 de octubre de 2007

ROMA -LA SERIE-

Entre tanto estamos viendo los capítulos de la primera temporada de la serie “Roma”, producida por el canal HBO, la misma cadena que nos obsequió “Los Soprano”. Los personajes no alcanzan la profundidad de los mafiosos de Jersey, pero “Roma” vale la pena en primer lugar por su producción, luego por el trabajo de documentación y por último, aunque esto ya es opinable, por la buena calidad de sus guiones.

Catón y Metelo Escipión tras la batalla de Tapso (46 a.d.C)

Como en cualquier serie, hay unos protagonistas 'a pie de calle', unos Alcántara que de vez en cuando cruzan sus destinos con los Julio César, Marco Antonio, Bruto, Cicerón etc. Las peripecias de estos anónimos ex soldados no se hacen muy pesadas ya que nos acercan a la vida cotidiana del siglo I a.C. Interesantísima, como saben. No menos apasionante es la recreación de las intrigas de las "Gens" patricias, de sus luchas intestinas a medio camino entre el honor y la arbitrariedad, de sus villas, sus esclavos, su senado, sus lujos.

Desalambrar la historia es un proceso de años, durante el que el aficionado tiene que procurarse todo tipo de herramientas. Una serie de televisión no puede alcanzar el grado de “alta cultura” que buscan los más eruditos. Hay quien dirá que es un pastiche, habrá otros que opinen que está hecha para legitimar, de forma sibilina, el dominio imperial de Estados Unidos, una mayoría encontrará aburridos los continuos fracasos de las últimas conjuras republicanas; pero como yo no soy erudito, ni creo que la serie quiera legitimar el imperio (más que nada porque no hace falta, de tan asentado que está), ni pienso que sean aburridos los esfuerzos de Catón el joven, la recomiendo, la aplaudo, la vivo. Y como este blog no lo lee ni Júpiter Capitolino, aquí lo escribo, porque es lo más parecido que tengo a un altar de dioses penates. Y espero que mi oración les llegue y para eso les ofrezco la entrada de hoy.

martes, 16 de octubre de 2007

SUPERTEST

Le di cien vueltas a la nota, la leí al derecho y al revés. Pensaba que encontraría un sentido oculto, pero me tuve que conformar con la versión de Carmen: no es nada más que la solución de uno de esos estúpidos test de las revistas.

A B C B C A B C ¿c? A B B

Si corresponden al Supertest de la revista en la que encontramos la nota (lo más lógico es que así sea), Kate estaba interesada en saber qué clase de madre será. El título es: Mide tu instinto materno ¿estás preparada para tener rorros? (sic.) La suma de sus respuestas da treinta sobre ochenta, y éste es el diagnóstico de la revista:

Aún eres joven para pensar en ello pero
sabes que llegado el momento serás una
madre estupenda si te lo propones.
Eres lista y fuerte, consciente de que una
mujer tiene que decir aquí estoy
yo, en todos los ámbitos de la vida. Tu
independencia no se debe ver
interferida por tus ganas de tener hijos ¡Mucho
ánimo!

Debajo de las letras, Kate apuntó:

Independencia = frío
Aquí estoy yo... ¿dónde exactamente?

Y eso es todo lo que pone.

Carmen dice que no hay que darle importancia. Lo normal es que, a sus dieciocho, la chica no tenga ninguna gana de tener un hijo, y también es natural que eso la acompleje un poquito, sobre todo porque a esa edad es más fácil sentirse desgraciado.

Lo que me turba es que le estoy dando demasiada importancia. ¡Si vieran cómo me alegró ver la letra de Kate! De inmediato, pensé en Dillión, en Mayte, en aquel acantilado... incluso, y eso me avergüenza, me los imaginé a los tres en la cama.

Tengo claro que el próximo paso, si es que pretendo mantener la herida abierta, es ir a ver a Mayte, y que ella me cuente su versión. Carmen opina que debemos dejarlo todo como está. Ya veremos.

ZARABANDA 10/07

UN DÍA EN LA CAÑADA

En los alrededores de la jungla, a mano derecha, hay un poblado en el que los vecinos viven entre coches de lujo y desperdicios. Atraviesa el poblado una única carretera que termina cerca, por la que pasan los camiones que transportan aquello que debe ser expulsado de la ciudad. En las dos orillas hay socavones, arena y piedras, pero también zapatos sueltos, cajetillas de tabaco vacías, alambres, naipes, cintas de casete y otras cosas que nadie puso allí. Dos veces al día, un gitano viejo sale con un carro, cantándole a su burro si está de humor, y se cuela entre dos camiones, hasta que toma una vereda que los lleva hasta un tesoro de chatarra.

Unas horas antes, por la mañana, las madres del poblado se avisan para que los hijos de todas vayan a la escuela. La compañía avanza por las estrechas orillas y respira el hedor que los camiones dejan a su paso, las hogueras de la noche anterior se van consumiendo. Cuando vuelven sin sus hijos sólo algunos hombres siguen gandules entre las sábanas. El anciano desayuna y prepara al burro en relativo silencio.

A mediodía los hay que se acercan a las bodegas del poblado o a las tiendas, a la que es una sala de estar y a la que parece un centro comercial. Se hacen visitas, se reciben. Todo como en la ciudad.

El poblado se eterniza hasta la hora de comer. Muchos se han ido a la jungla o a la ciudad, a comprar hierros, a vigilar obras o a trabajar en cualquier otra cosa. Unos pocos atienden el negocio desde casa. En cierta forma su jornada nunca termina. Pero por la noche, cuando la hoguera está encendida, empieza el tráfico. Qué hacen, quién lo hace, en el poblado nadie sabe nada.

De entre las conversaciones que tienen los moradores de la Cañada, una se repite con frecuencia: alguien enumera las últimas VPO´s adjudicadas y otro replica que sus casas están muy bien, que en ningún piso se respira el aire que viene de Altomira, ese aire que dispersa el olor de la incineradora. El que quiere un piso termina sin saber para qué lo quiere ¿Dónde se encontraría así, a la una de la tarde, un día laborable, despreocupado de recibos?

Los del otro asentamiento ponen menos pegas para marcharse a las viviendas de protección oficial. Cada día una grúa desmonta la chabola de una familia, que ve el proceso desde el coche, el colchón en la baca, los papeles a mano. Los de la cañada tienen esas necesidades mejor cubiertas. Sus casas tienen veinte años y se han ajustado sobre sus cimientos como funcionarios experimentados hasta lograr una aceptable comodidad.

La chimenea preside el gran salón de linóleo por el que transcurren los días. Una cocina hecha con azulejos dispares, el baño lleno de cubos, y un par de dormitorios para todos, completan el espacio que distribuye el patio. Hay algunas diferencias entre esta chabola y la de al lado, unos ponen a la virgen de los remedios y otros el retrato de Camarón de la Isla, unos aíslan con tetrabriks y otros con hueveras.

Después de comer, las madres se unen a las siestas de abuelas y maridos. Duermen viendo los mismos programas que ponen en la ciudad. A esa hora pasan menos camiones y entonces se oyen las ráfagas de viento de Toledo, o, si la tele no está alta, se escucha silbar al gitano del burro. Cuando le llame su amiga, se tendrá que levantar para ir a por los críos, pero de momento sestea bajo el cuadro de Camarón, como cualquier otra tarde.

No está mal hacer lo de todos los días. Hay quien se queja de la rutina; no los de aquí. Claro que los hay que prefieren salir, pero no lo hacen porque piensen que en la Cañada se esté mal, aquí tienen cerca a los amigos, tienen su huertita, sus gallinas, un sitio para cada cosa… Están locos los que prefieren pagar un Perú por un apartamento de cuatro metros, existiendo esto.

Los habitantes de la ciudad creen que lo saben todo, piensan que la cañada es un sitio en el que sólo hay droga, no se imaginan que las madres esperen a sus hijos en la parada del bus, se imaginan que es un estercolero rodeado de ceniza. Creen que la naturaleza está hecha para que ellos la vean desde sus ordenadores. En la cañada casi nadie tiene ordenador pero cuando llega la temporada todos comen tomates. A los de la ciudad sólo les interesa porque allí se vende droga. Creen saber más de la vida.

En la Cañada están tan acostumbrados a que el sol se meta por donde le da la gana, que no miran cómo se esconde detrás de un cerro verde, enmarcado por la columna que nace de los hornos de la incineradora. Si está contento, el viejo se emociona junto al asno y vuelve silbando. Acaba la jornada para el burro y su compañero, no así para los holgazanes, que se desperezan a las ocho por última vez antes de encender la hoguerita e irse a echar el rato con los amigos. Los niños juegan en los patios de las casas. No hay parques ni columpios, aunque con tanta mugre se puede improvisar un castillo en un periquete. Lo peligroso siguen siendo los camiones, sin embargo a veces hay que cruzar la carretera para echar cuentas a los rumanos del campamento.

A las once están con sus hermanos viendo la tele de plasma. Todavía es tiempo de meter algunos paléts en la chimenea. De vez en cuando se oye un silbido. El chatarrero hace tiempo que duerme cerca de su animal, esta vez es un aviso. La jornada se termina allí como en otra parte del mundo. Los camiones de la ciudad descargan su basura y escapan a por más.

lunes, 15 de octubre de 2007

NEGRO SOBRE BLANCO, UNA NOTA

Vengo de pasar tres días en Hell´s Gate, mano a mano con Carmen. Teníamos la morbosa esperanza de encontrar algún secreto entre las hojas de las novelas que ojeó Kate, pero, como saben, la realidad ni pone ni quita. ¡Cuántas veces habrán deseado los isleños encontrar un tesoro bajo su casa! Conozco a más de cinco que socavaron el jardín sólo porque habían soñado, imaginado o “visto” un cofre herrumbroso repleto de doblones y tiaras, digno de Long John Silver o de Carmen Polo de Franco.

La realidad, digo, huele más a pollo quemado que a esmeraldas; no deja cartas en los libros pero, si lo hace, sigue siendo realidad. Hasta lo más irreal, lo ilógico o lo imposible gana a veces el galardón de lo verdadero: un día, por casualidad, un perro encontrará, debajo de sus huesos, un collar de perlas, y el amo que lo vea colgando de sus dientes, pensará que no puede ser cierto. Sin embargo, alguien (¿dios?), le habrá puesto su certificado, y lo habrá despachado para que lo gestionen los conductos habituales, vista, olfato etc.

Será tan real como que podemos imaginarlo.

Lo curioso es que, ayer, cuando revolvía unas revistas que quería para la vuelta, Carmen encontró la segunda nota de Kate, como si nuestro deseo la hubiese escrito y colocado allí. Fue divertido pensar que teníamos ese don, pero por nada del mundo me gustaría que eso ocurriera de verdad. Honestamente: prefiero ser un pelele al que la suerte menea .

jueves, 11 de octubre de 2007

LOS DISFRACES DE LA RAZA

No tan crío, me vestían de domingo para rezar a la virgen, cucurucho de altramuces y toda la tarde libre. Aquél era el paroxismo de la raza. No se hacían grandes alardes porque nuestra pertenencia era incuestionable, aunque en nuestro caso viviéramos más tiempo en Holanda que en España (“La pilarica os encontró en Ámsterdam” decía mi tía).

Hablaban de una gran gesta pero yo nunca la asocié a la simple realidad del desembarco, que me parecía más un asunto de piratas que una epopeya. Cuatrocientos tipos hambrientos y ambiciosos contra un manojo de indios desprevenidos. Lo natural es que fuera una masacre.


Bonita estampa de la conquista de América


Los alardes de ho, tienen que ver con cierta psicosis con respecto de su propia identidad que de un tiempo a esta parte aprecio en muchos españoles. No admiten aquello que para cualquier extranjero es tan cierto como el sabor de los altramuces: si se insinúa que el descubrimiento tuvo mucho de genocidio, se ofenden y lo llaman cruzada; si se dice que los musulmanes estuvieron siete siglos allí, lo niegan –o hablan de los visigodos-, incluso hay quien sigue defendiendo la legalidad de la invasión franquista.

En esta isla pocos saben que mañana se celebra el día del descubrimiento. Si alguien le dijera a un mulato, “oye, tienes que celebrar el día de la hispanidad”, éste seguramente le contestaría “bien ¿por qué no? siempre y cuando me den libre en el trabajo, y me digan de qué me tengo que vestir”

A algunos españoles les pasa lo mismo, les dan el día libre y se disfrazan de patriotas.

Lo malo es que se creen su disfraz. Repito que se trata de una especie de psicosis

miércoles, 10 de octubre de 2007

CIENTO Y PICO

El aspirante a poeta de la isla me regaló un habano. Anoche lo estaba fumando, en esta misma silla. Miré por la ventana. Se veía el perfil del oeste de la isla, recortado por las cuatro luces de las casas que construyeron los primeros hebreos. Di una calada de unos quince segundos.

Volví a mirar. En el paseo había una pareja de turistas. Imaginé su conversación:

[Él] Podríamos ser tan felices aquí.

[Ella] ¡Son tan mágicos los atardeceres!

En la bandeja de entrada había un correo del padre de Kate. Después de otro tiento al habano, lo leí. Era una nota de agradecimiento. Su tono me recordó el título de esa película de Charles Bronson, “fríamente, sin motivos personales”. La vieja escuela holandesa, pensé.

El puro se apagó.

Miré las estadísticas de este blog, miré por la ventana, examiné de nuevo la bandeja de entrada. Limpié con el cepillito de mi secretaria la ceniza que se había caído sobre la mesa y el teclado. Cerré los postigos de la ventana, apagué el ordenador y salí.

Así terminó el día veintiséis mil y pico, capítulo ciento diecinueve de “El Jacho”.

martes, 9 de octubre de 2007

BUENAS INTENCIONES

Edward G. Robinson haciendo de bueno en "Perdición"

La otra noche estábamos viendo “Perdición” en el Dvd, y nos acordamos de la vez que vimos “Fedora” (que también es de Billy Wilder) junto a Dillión y Mayte. Recuerdo que la novia del poeta me llamó gerente del crepúsculo por algo que pasaba en la peli. Si quieren un ejemplo de lo que considero que Mayte quería decir, fíjense en el personaje de Edward G. Robinson en “Perdición” o el de Jack Lemon en “El apartamento”.

Sean del género que sean, en las películas de este director siempre hay un sitio para estos antihéroes. Hombrecillos que no son ni muy inteligentes, ni muy valientes, ni demasiado honrados, cuyo único mérito es tener vagas buenas intenciones. Tipos de traje gris que fueron desapareciendo del cine conforme Wilder se fue quedando sin contratos.

Desaparecieron de las películas, pero en la vida ahí están, dispuestos a dejarle las llaves del apartamento al jefe, para que seduzca a la ascensorista depresiva.

Supongo que el sambenito que me colgó Mayte se resume con el refrán “de buenas intenciones está el infierno lleno”, pero a ella le salió de una forma más poética. Tal vez por eso, desde entonces, me identifico más con esos tipos paniaguados que Wilder retrató con ternura pero sin una gota de compasión.

Alguien tiene que encenderle el último pitillo al protagonista, aunque éste sea un sinvergüenza de primera categoría. Si me toca a mí, tendré a punto las cerillas. Va con mi naturaleza.

lunes, 8 de octubre de 2007

AL PAN, PAN

Si el perro levantara tres metáforas con su ladrido, el anfitrión, desde esa ciénaga no real en la que está apostado, dispararía, para entregarlas en un banquete ficticio de palabras.

Casi rezó para que no batieran sus alas nerviosas esta madrugada. Pidió que el perro se levantara afónico.

El perro cumplió su parte. Por eso lo llamó can.

Las metáforas saltaron.

Apuntó con su rifle y cayeron al suelo como pájaros heridos.

El can las encontró. Él las guardó en su morral.

No tenían buena pinta.

Serviría vino y bastantes entremeses para disimular su color ceniciento.

Lo mejor de la mañana fue el almuerzo, que no tuvo nada de metafórico.

Pan, salchichón, rioja.

viernes, 5 de octubre de 2007

ROSA ROJA, VIEJO VERDE

Son muy amables, pero tengo que confesarles que ayer pensaba hablar de Beatriz Rico, y sólo una especie de remordimiento burgués (¿se sigue utilizando esta palabra?) me impidió dar rienda a mi impulso salaz.

Carmen dice que soy un baboso por culpa de esa chica, en realidad, aquí en Saba, soy de los discretos. Sólo de vez en cuando echo un vistazo a una de las películas que reponen una y otra vez en la tele local, Tiovivo, El Lazarillo, Cuando el mundo se acabe te seguiré queriendo etc.


No es la Beatriz de Dante, pero ésta está viva

Raro es el bar o la tienda que no tenga una o varias fotos de Beatriz Rico amarilleando las paredes. No es que falten bellezones en The Bottom, lo que pasa es que ella tiene un estilo distinto, simpático, que nos ha cautivado a la mayoría. Tanto es así, que los Hassell quieren que venga para el quince de diciembre del año que viene, día que, como saben, celebraremos nuestro nuevo estatus de municipalidad especial; pero va a ser difícil. Seguro que está hasta arriba de trabajo.

Ya ven, el mundo se desploma y aquí estoy yo, hablando de las artistas como si tuviera quince años... La rosa es lo importante, cantaba un francés de mi época, y no es verdad, pero tampoco está de más dedicarle una entrada de vez en cuando, aunque al hacerlo uno se sienta un espía de jardín. Aunque la primera rosa del rosal se moleste (que espero que no)

DIAGONAL 10/07

Por cuestiones políticas la vuelta no pasa por Euskadi y solo roza de vez en cuando Cataluña, por el tema económico no viaja a las Islas Canarias, y por escasez de aficionados varias provincias apenas cuentan. En la tele da la sensación de que vemos la misma etapa desde hace dos décadas. Los abanicos tendrían que poner alguna emoción, pero no es así ya que no hay apenas viento (hubo en abril), las etapas de montaña son aperitivos tras los que se pican escasos segundos, las contrarreloj son aburridas. Quizá la culpa de todo la tenga la canción machacona de todos los veranos. Tal vez la cosa mejorara si pusieran temas de Schubert, o de los Ramones para tapar los tediosos cuarenta kilómetros de conexión.

Sólo el nombre, la vuelta, evoca el penoso trago del fin de las vacaciones, el regreso de corticoles y fascículos.

Quizá sea porque entonces estábamos en la flor de la vida, pero las vueltas de abril parecían mejores. Ahora ataca en periodo de depresión. El Tour llega en el momento álgido del año, con etapas intensas, con la créme de la créme; una vulgaridad, es la vuelta, un puro expediente, un trámite hasta Madrid.

Sastre y Samuel Sánchez se pusieron de acuerdo. Tiraron como si fueran del mismo equipo para desfondar a Cadel Evans en el puerto de Abantos.

Hasta ese punto le habían llevado echando el bofe. La rampa del Escorial fue la última tortura antes de la ascensión. El líder, Menchov, se enganchó a sus ruedas con facilidad, pero ellos contaban con eso. Evans, que venía cocido del Tour, reventó. Sánchez ganó la etapa y Sastre finalizó segundo en la general.

La noticia no ha traído nada nuevo. Para ganarse la vida, la gente regresa al trabajo, recoge la uva o da pedales. Así es septiembre. Tal vez mejorara si pusieran canciones de Schubert, o de los Ramones.

jueves, 4 de octubre de 2007

ANIMAL SOLIDARIO

Leyendo el blog de un amigo de España, me he enterado de que hoy es un día de homenaje a Birmania, mejor dicho, a aquellos que luchan por la libertad en ese país. Bien, por mí que no quede, siempre en defensa de la libertad, desde mi sillón de orejas; no hay nadie que me supere en ideas sensatas y justas, bueno, tal vez Ramoneda.

Lo de Birmania está muy mal, la pobre Aung San Suu Kyi, encerrada en su casa, ignoro si la recibirá, pero allá va mi solidaridad.

Me pregunto ¿cuánto durarán las injusticias? ¿Cuándo podrá Aung bajar al supermercado y volver a casa diciendo que sus congéneres son detestables? Porque en casa, desde mi sillón de orejas, la humanidad me parece mejor, y supongo que Aung le pasará lo mismo pero a lo bestia, multiplicado por los días de encierro. Habrá llegado a ese punto en el que es capaz de comprender a sus secuestradores ¡Hurra por Aung!

Aquí sentado, con un gesto entre el abatimiento y la indignación, planteo otra pregunta que nadie va a contestar: si para que vivamos como vivimos tienen que morir de hambre unas setenta mil personas cada día, ¿por qué consideramos que la humanidad ha evolucionado desde los tiempos del imperio romano? Me parece que, en proporción, no morían tantos esclavos, aunque puedo equivocarme.

Desde el sillón, creo que cada uno de los hombres merece ser salvado. Y así lo digo, y me identifico con su dolor y querría evitar que sigan sufriendo. Cuando bajo al supermercado, en cambio, cada precio me recuerda que hay setenta mil engranajes: si ellos mueren, yo vivo. “Mors tua, vita mea” decían los centuriones.

Debe ser que soy un animal, pero soy un animal solidario y, aunque haya poca diferencia, eso me hace sentir mejor.

miércoles, 3 de octubre de 2007

¡ES SPAM!


Asunto: RE:Help

Rusty Z. Shields me insta a que alargue mi pene. Lisa Light ofrece software. Una de sus amigas tendrá contactos en la casa Rolex, porque los vende a unos precios que ni el Pryca. Me atrae menos la oferta de Euro Vip Casino (no considero elegante perder cinco mil dólares con el pijama puesto)

Imagino que Rusty, Lisa, Lavonne Stark, Rigoberto Hunter y todos los demás, forman una comunidad feliz; que viven en una ciudad ignota del medio oeste de los USA, y pasan sus reuniones hablando de nosotros. Les da pena que tengamos cortos atributos, que miremos la hora en relojes Seiko, que no saquemos (todo el) partido a nuestros ordenadores.

Pero puede que no sea tal paraíso. Quizá su ciudad esté poblada de ludópatas adictos a la Viagra y al Prozac. Los hombres, monstruos con penes de cinco metros, retocarán con el photoshop sus viejas fotos de playas nudistas. A las mujeres se les quebrará la espalda por culpa de tantos bolsos de marca. Estarán saciados de sexo, engullirán toneladas de Lexatin y rendirán tributos al oro que cuelga de sus muñecas abiertas.

Imaginen que cada correo que mandan es un mensaje de auxilio. Tal vez sólo puedan expresarse así. Después de convertir sus sexos en tuberías, del oro y de los comprimidos, sólo les ha quedado la desolación, las pupilas quemadas. Si su pueblo es el infierno, da igual: nadie va a mover un dedo por ellos. Son elementos eliminados. Son Spam.

Rusty, Lisa y Lavonne están perdidos.

martes, 2 de octubre de 2007

EL QUE MANDA EN TELORIA

Recordarán que hace un par de semanas estuve en casa de una anciana moribunda. Ya se murió, fuimos al entierro, nos llevaron a su casa, estuvimos en un rincón escuchando los lamentos de las amigas y cuando nos íbamos se acercó la hija de la finada, señor Vilos ¿qué sabe de mi hermano?

Su hermano es un pieza. Según mi contacto americano está metido en el calabozo por drogarse o porque le pasó unas papelas a sus compañeros, no me quedó muy claro.

Le aseguré que la corona holandesa haría-todo-cuanto-estuviera-en-su-mano.

Me sonrió con el código de barras de sus dientes. Antes de marcharse nos dio un paquete lleno de empanadas y cecina de chivo.

Hassell, el racista capitoste de la isla, utiliza a menudo una frase: “cuando no sabes en qué piensa un pobre, ten por seguro que está pensando en comida” Hassell es un idiota, pero todos en el barrio de Teloria trabajan para él. Siempre coincide que el más despreciable es el que lo tiene más claro: pone la música y los demás ponemos la letra y el baile.

lunes, 1 de octubre de 2007

EL CLÁSICO LUNES

A C.
No caigo en la cursi tentación de llamar templo a esta modestia. Un pequeño refugio, si acaso. El bejuco que nos oculta el cielo ahora, no es suficiente, sin embargo, cuando descargan tormentas tropicales. Entonces buscaré cobijo en tu templo, o a lo mejor será una gruta la que tape nuestros amores de Dido y Eneas.

Me han aconsejado que coloque un pararrayos en el techo del chupano.

Para instalarlo tendría que quitar la parabólica, y sabes que me costaría renunciar a las églogas de los domingos. Prefiero cobijarme allí donde te encuentres. Templo o gruta, no escatimaré ofrendas. Por tu ara correrá la sangre del buey y la del carnero.

Hace tanto que no llueve que no he localizado las columnas de mármol (lo dejo para otro día) Aún no me he perdido buscando las cuevas de este bosque.

Pero me tranquilizaría saber que las encontraremos el día que la electricidad encienda esta modestia, cuando tengamos que salir en una balsa de aquí.