jueves, 18 de octubre de 2007

ROMA -HACIA EL FINAL-

Belisario según David, el pintor de la revolución

En el siglo VI, la ciudad de Roma se quedó vacía por primera vez desde su fundación. Algunos viejos, que no quisieron o no pudieron salir, los gatos que escaparon de los pucheros, ratas y palomas hacían compañía a los soldados del conde Belisario.

El monumental escenario del asedio no motivaba a las tropas del conde. El senado, el foro... apenas había alguno que supiera lo que fueron. El sueldo llegaba -si llegaba- desde Constantinopla, Roma era poco más que Nápoles, poco menos que Ravena. Los soldados pasan de lo simbólico.

No hay nostalgia de los triunfos, ni de los esclavos, ni de los sacrificios ¿cómo va a ser eso? No hay nostalgia: las piedras no evocan nada después del saqueo de los siglos, es mejor defender a la ciudad si está muerta.

El historiador saliva ante la idea de imaginársela así, como la vio Belisario. Se pregunta si Justiniano le dejó ciego, al conde, porque había visto qué queda de un imperio cuando ya ni siquiera hay tiempo para los funerales.

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