No quiero que termine la semana sin reconocer los errores que he cometido, aquellos de los que soy consciente, porque los otros van en el equipaje y será difícil que alguna vez me libre de ellos. En primer lugar, he de decir que el texto de ayer está mucho más que inspirado en la obra de Robert Graves “El Conde Belisario” publicada por Edhasa (por cierto, hay que ver cuántas erratas tienen los libros de esta editorial). No es la única omisión que he hecho en estos cinco días, tampoco indiqué que la fotografía del artículo de Zarabanda es de Javier Ortiz; acaso pertenece a algún reportaje que no he leído.
Me entristece más el hecho de que el contenido de esa misma entrada, después de los acontecimientos, se haya quedado en un capricho literario. La idea inicial fue relatar, desde un punto de vista a medio camino entre la ironía y la nostalgia –atontada nostalgia de la arcadia-, la singular vida de los gitanos de la Cañada real. Sin embargo, mi desconocimiento de la realidad de los desalojos (que afectan, sobre todo, a lo que en el relato llamo “la otra parte del poblado”) lo ha dejado cojo, insuficiente y ha acentuado el error de fondo, una clase de error que cometo con recurrente torpeza: se trata de la frívola inexactitud; de la omisión (por olvido) de aspectos fundamentales.
Sé que echarán de menos la autocrítica con respecto a mis problemas con la sintaxis, la ortografía, el vocabulario, y que muchos pensarán que no hay nada peor que este estilo. No pretendo, aunque lo parezca, humillarme, ni estoy poniendo un reclamo para captar su adeshión, sus ánimos o sus palabras de consuelo. No creo que pueda reparar lo que no tiene remedio.
Una vez oí a un entrenador de fútbol que les decía a sus jugadores: “Cometamos mil fallos, pero que no sean los del domingo pasado. Que sean nuevos, por lo menos”
Me entristece más el hecho de que el contenido de esa misma entrada, después de los acontecimientos, se haya quedado en un capricho literario. La idea inicial fue relatar, desde un punto de vista a medio camino entre la ironía y la nostalgia –atontada nostalgia de la arcadia-, la singular vida de los gitanos de la Cañada real. Sin embargo, mi desconocimiento de la realidad de los desalojos (que afectan, sobre todo, a lo que en el relato llamo “la otra parte del poblado”) lo ha dejado cojo, insuficiente y ha acentuado el error de fondo, una clase de error que cometo con recurrente torpeza: se trata de la frívola inexactitud; de la omisión (por olvido) de aspectos fundamentales.
Sé que echarán de menos la autocrítica con respecto a mis problemas con la sintaxis, la ortografía, el vocabulario, y que muchos pensarán que no hay nada peor que este estilo. No pretendo, aunque lo parezca, humillarme, ni estoy poniendo un reclamo para captar su adeshión, sus ánimos o sus palabras de consuelo. No creo que pueda reparar lo que no tiene remedio.
Una vez oí a un entrenador de fútbol que les decía a sus jugadores: “Cometamos mil fallos, pero que no sean los del domingo pasado. Que sean nuevos, por lo menos”
7 comentarios:
Su modestia, maestro, me impresiona.
Salud y República
Lo de autoflagelarse así, da resultado... No es para tanto señor Vilos. Todo tiene remedio, siga escribiendo y remedie, cuanto quiera.
Espere un momento, vil Vilos,
Hay algo que se me escapa: entiendo que haga ejercicio de autocrítica con respecto a lo que día a día escribe, incluso compruebo que anota en sus lectores habituales un punto más de popularidad por este pequeño baño de humildad... peeeeeero ¿por qué hacer ejercicio de autocrítica, también en primera persona, de lo que escribe ese tal Pablo Elorduy ?¿Qué está pasando Sr. Cohageen?
Quedo en espera de, cuando menos, una respuesta.
Sin otro particular, reciba un cordial saludo,
Jarl
Ay, D. Vilos, pero qué abandonado tengo su blog! fíjese que me han propuesto ser artista y yo he dicho que sí sin tener ni idea... Y, hala, allí que me he plantao con to los bártulos, porque yo lo valgo, ¡ja!
No sea modesto ni humilde, Vilos, que si yo no lo soy, que no valgo na de na, ¿por qué lo va a ser un pedazo de señor como usted?
Claro, que unas practicamos más "el morro" que otros, y eso le hace ser más caballero todavía.
¡Pues diga usted que sí, hombre, que acabo yo de cambiar de opinión!
Si es que el que nace caballero, caballero se muere, ¡ea!
Un beso de parte de todas las del gallinero.
Salu2!!!
Estimados todos:
Gracias por sus ánimos, ya ven que no es grave porque no se me pasan las ganas de tenerles a ustedes ahí y darles mi, siempre humilde, visión de las pequeñas cosas.
Sólo uno de los comentarios me ha turbado, el de ese (esa) tal jarl, que demuestra exceso de memoria y de mala leche.
Digamos que tengo un convenio de colaboración con mi familiar, el citado, P.E. Yo le ayudo con algunos textos y él me envía cada cierto tiempo un lote de productos de la tierra.
Espero que le satisfaga la explicación, a mí desde luego me encanta el chorizo ibérico que me manda Elorduy.
Saludos.
Estimado Sr. Cohaagen,
Ante todo agradecerle la breve explicación con la que usted resuelve mi duda.
Pero con su respuesta me asaltan más dudas ¿ayuda usted al muchacho?¿O le escribe los textos que éste luego publica como único autor a cambio de productos de la tierra? No sé, no sé, el caso es que si esto fuera así, me resulta difícil ver en esta fe de erratas un acto de humildad, más bien lo veo como una traición hacia el muchacho de los quesos y chorizos. Sí, vil Vilos, a mí no me engaña, o me engaña menos, ja! A partir de ahora no le serán tan merecidos los manjares que el tal Elorduy le manda, porque con esta fe de erratas usted ha descubierto al escritor de esos artículos. Despídase del jamón... si esto fuera así, claro... no son más que conjeturas...
Con respecto a su duda sobre el género de la que aquí escribe, le aclaro que soy Jarl, Sra. de Jarl, como ya explicito a partir del presente comentario. disculpe el desconcierto que le ha ocasionado mi natural despiste.
Gracias por su atención
Sra. de Jarl
Estimadísima Sra de Jarl:
Si fueran jamones no hubiera desvelado el secreto.
Eso sí, le pido que no lo propague, que todo quede en familia.
Un abrazo (si me lo admite)
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