En la Almunia, mi abuela lanzaba cucharadas a sus nietos: son natillas de la casa casera -decía. Si estaba en el sillón y no quería moverse, tenía dos respuestas a nuestros tirones de vestido negro: hace calor caluroso, o bien, el frío que hace es fresco.
Digo esto porque parece que viste mucho hacer recuento de aspectos tiernos del pasado. Pero lo cierto es que mi abuela le hizo imposible la vida (sin exagerar, las sobremesas) a mi madre, y también a mi padre.
Ahora que soy viejo, que gestiono el crepúsculo, que mendigo caso -toda la arrogancia se ha demostrado vana- pienso que era la repetición lo que exasperaba, la falta de sorpresa. De verano a invierno el reproche no se movía un milímetro. Supongo que creía que si el frío era fresco ella no podía decir otra cosa. Afortunadamente como nuevo viejo soy más reservado.
1 comentario:
A veces viste mucho más el color turbio del pasado.
Puede que el vestido más bonito sea el propio recuerdo en el momento preciso...
Tu escrito sabe de lo que hablo. :)
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