Hace treinta años desaparecí. Me encontraron los perros de una mujer que me hizo sitio en su suburbio y me sirvió sopas claras, y no me sirvieron de nada. Viví allí muriendo. Aquella mujer tenía algo de monja. Me acariciaba los cabellos y bebíamos hasta desaparecer.
La embajada me encontró. Holanda se hizo cargo del cadáver de Cohaagen. No pregunté si recompensaron a mi amiga. Una botella de Oporto hubiera sido un detalle.
Hoy se cumplen treinta años desde que desperté en una clínica de Haarlem. Un hijo me miró como el perro más peligroso, el más apaleado. Jamás querrían saber de mí. Hace treinta años perdí a tres. Los caribeños se sorprenden cuando les digo que no he vuelto a hablar con ellos: aquí a uno se le quiere más cuanto más se derrumba.
La embajada me encontró. Holanda se hizo cargo del cadáver de Cohaagen. No pregunté si recompensaron a mi amiga. Una botella de Oporto hubiera sido un detalle.
Hoy se cumplen treinta años desde que desperté en una clínica de Haarlem. Un hijo me miró como el perro más peligroso, el más apaleado. Jamás querrían saber de mí. Hace treinta años perdí a tres. Los caribeños se sorprenden cuando les digo que no he vuelto a hablar con ellos: aquí a uno se le quiere más cuanto más se derrumba.
2 comentarios:
aquí y en cualquier sitio...
parece que no lo comprobaste cuando te salió aquella cosa en el campamento y tuvieron que amputarla sin anestesia ..
no recuerdas la cabalgata de bienvenida?...
sila
Sila difamadora:
Me alegro de saber de tí, espero que este verano tengamos la oportunidad de compartir un rico salmorejo y unas pizzas.
En cuanto a "aquella cosa" seamos discretos, no vaya a ser que sea algo genético y nos encontremos como los arrieros.
saludillos
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