martes, 24 de julio de 2007

REYES AJENOS

Si no ocupara el cargo que ocupo probablemente me definiría como republicano de la cuerda de Alcalá Zamora, ordenado, visitante de las tías beatas, pero republicano por una profunda (o superficial) convicción moral de que, viniendo como venimos del mono es estúpido fingir que existen diferencias de rango.

Los monarcas holandeses nos convencieron de que ser republicanos era poco práctico. Los españoles en cambio, tienen esa frase de Unamuno: venceréis pero no convenceréis, como lacre de los libros de historia. Parece que con esa sentencia todos se dan por satisfechos, unos porque vencen, otros porque no renunciaron a sus ideas a pesar de la derrota.

Los borbones no han demostrado nada a su pueblo, no han tenido la responsabilidad histórica de convencer a nadie, sólo han destacado por su habilidad para los negocios y, sobre todo, por su capacidad de supervivencia, una virtud que se le supone a cualquier simio y que no deja de ser un equipaje ideológico paupérrimo. El que vence no se inmuta y (seamos honestos) no tiene porqué querer cambios, es el vencido el que tiene que superar las heridas de su orgullo y levantarse.

Eso pensaría si fuese republicano o si me importara algo la política española, que no me importa. Afortunadamente, vivo tan lejos, que esas viejas disputas me resbalan.

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