lunes, 18 de junio de 2007

EL BUEN SALVAJE

Decían que era un buen trabajador pero en su mesa había hojas de papel como en el suelo después de una manifestación. Lo veían concentrado delante de su pantalla, respiraban su seriedad ejemplar, y, si no ascendió dentro de la empresa, fue porque en su vida privada no hacía otra cosa que satisfacer una a una, sin armonía, todas sus necesidades.


Un día todo terminó. Abrieron su cajón y estaba lleno de revistas porno, de cera de los oídos, de envoltorios de magdalenas y bolsas de patatas fritas. No le querían despedir, sin embargo, después de la reprimenda, él presentó su renuncia. Le dieron una carta de recomendación, aunque nunca la pudo usar ya que se manchó con la grasa de las patatas fritas.

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