La página en blanco y el cuerpo molido caminaban ayer a esta hora por el cañaveral, azúcar, tabaco y café. Acompañaba a mi huésped, la chica holandesa, la página en blanco. No le gusta el café, ni el tabaco, tampoco el ron, no abusa del azúcar ni de la salsa. Yo con mi cuerpo molido sólo pude justificarme, “a eso nos dedicamos aquí”.
No era necesario porque Kate no juzga; ni bebe ron ni nos juzga.
Cuando la vida es tan hermosa como ella la siente, los aditivos, las adicciones, no tienen relevancia ni poder. Yo la imagino como un sentimiento de felicidad sin mistificar, tan completa como la que alguna vez creí sentir con la mente turbia y los ojos naufragando en el humo. Para ella será mejor, será la apabullante pulcritud de la página en blanco, será el futuro.
Cuando la vida es tan hermosa como ella la siente, los aditivos, las adicciones, no tienen relevancia ni poder. Yo la imagino como un sentimiento de felicidad sin mistificar, tan completa como la que alguna vez creí sentir con la mente turbia y los ojos naufragando en el humo. Para ella será mejor, será la apabullante pulcritud de la página en blanco, será el futuro.
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