viernes, 3 de agosto de 2007

CUANDO ME PONGO SOMBRERO

Con la piel de cactus, en mi rancho, sudando púas, las vacas chaparras, no piensen en moles colmadas de leche, son como pequeñas mulas, tienen el cuerpo marcado por aguijones y mordiscos, pobres canijas, hace tanto calor que cada semana se me muere una.

Pastan en la puerta del infierno una hierba pobre, pastan polvo; cojo la cabeza de la que se muere y el aparcero se quita la gorra como si el muerto fuese yo. Un personaje curioso, lleva diez años sin ver el mar. Debe odiar a las vacas. No señor Vilos, son como hijas, me dice. Pero le veo sonreír cuando un tábano como un pulgar las recorta un palmo de cuero.

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