jueves, 29 de noviembre de 2007

MADRID, 29 DE NOVIEMBRE

No crean que he olvidado que tuve un blog, tampoco que soy de Saba (todo se ha complicado, la chica y su padre, yo y mi familia…) Debería ir por partes y explicárselo, pero la alegría de poder hacerlo corta el flujo de ideas, de temas… Ah, ¡si tuviera cien días para explicarlo! Me hace pensar en aquellos grupos de música que graban su primer disco y no vuelven a hacer nada tan bueno: ¿Habré traicionado a mi raíz, algo habrá cambiado en mí? ¿y si vuelvo y no me agrada? Y si cuando regrese ya no me gustan sus tres mil vecinos, si me aburren los poetas del café, no creo que tenga fuerzas para soportar ese desencanto, es algo que me asusta, y sólo lo he sabido aquí, en Madrid.

Se lo consulté a mi sobrino pero apenas comprende que mi isla es algo más que un centro de recreo y submarinismo. Siendo honestos los jóvenes lo tienen difícil en este país, sin embargo el Caribe le pasa como de refilón: es como si no estuviera convencido de que exista de verdad, no sé, supongo que suele pasar con aquellos lugares que suenan míticos, nadie cree que exista Babilonia, ni Saba, y si lo creen, no piensan que los hombres –diré las personas, porque he notado que en España no está bien visto hablar de hombres para referirse a la humanidad; no piensan que las personas tengan las mismas dudas, idénticas inquietudes. Suena a burla, pero él cree que mi vida son cocos y camisas de flores y que toda la desgracia del mundo se reserva para sus conflictos laborales. Entre él y Circe, a la que cada noche resulta más difícil controlar –ya no digo pedirla que se quede en casa-, la juventud me está cansando con su egoísmo.

De fondo está el conflicto con Carmen. Yo sé que a ella le gusta mucho Saba, pero cuando ve a sus parientes, ignoro si para agradarles, repite que cuando me jubile pasaremos en España unos cuantos meses al año, y me resulta difícil convencerles de que lo que no quiero es viajar: o un sitio u otro, les digo, tratando de resumirlo. ¡Pero cómo vas a renunciar a las camisas floreadas, hombre! Me contestan.

1 comentario:

RGAlmazán dijo...

Amigo Vilos, las camisas floreadas, quiera Ud. o no, le acompañarán toda la vida. Es algo irrenunciable una vez probado. A mí me pasa con los náuticos marrones.

Salud y República