martes, 6 de noviembre de 2007

INCONMOVIBLE

¿Que matamos a un burro? a nadie le interesa; aquí lo importante es que no lo he hecho yo ¿no creen? Las manos limpias y la sobremesa tranquila.

Estos últimos días me han vuelto más escéptico. Todo empezó con las garrafas de agua:

He sabido que ha aparecido el hermano de la mujer que nos las pidió –en realidad lleva en prisión unos cuantos meses- y está enfermo, gravemente enfermo, según especifica mi amigo del ministerio de defensa. He leído el email y me he quedado con la misma cara, no he sentido ninguna emoción: más pena me dio el burro. Total, que esta tarde me personaré en Teloria (¿no les parece algo tonto, eso de personarse?) y hablaré con la de los cincuenta litros, es mi trabajo.

Quizá responda lo que dijo entonces, bicho malo nunca muere, pero trataré de convencerla de que no siempre se cumplen los refranes, de hecho, ése no se cumple nunca (y cuando esté hablando con ella, pensaré en la dulce jeta de mi burrito, mientras le sostenía el morro con mi mano de verdugo). Pondrá cien inconvenientes y al final dirá que no, y su hermano morirá, dentro de dos o tres meses, solo en su celda.

Pero bueno, no podemos mortificarnos, que si no esto no hay quien lo soporte. Si me dice que no se mueve –y qué se apuestan a que lo hará- no insistiré, ya lo verán.

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