Durante muchos años creí que tendría que esperar el día del juicio final, no esperaba ver a Dios en esta vida. He de reconocer que me convencieron quienes dicen que Dios es más parecido a un concepto matemático que a un anciano de barba blanca. No es que fuese ateo, digamos que no creí que lo encontraría encarnado, en la cola de un servicio, como así ocurrió.
No interpreten esto como una especie de parábola. Era un retrete normal y Dios guardaba su turno. Vestía pantalones vaqueros y camisa. No había serafines, y la puerta del servicio del FM de ningún modo es la entrada del paraíso. Pienso que no debería sorprenderles que se manifestara así pero, si de hecho ocurre, significa que en algún momento ustedes han acariciado la idea de que se les aparezca y se han planteado dónde y de qué forma verán a Dios, así que su sorpresa me hace feliz.
Cuando uno lo conoce en toda su majestad cualquier máscara que porte prácticamente se olvida. Eso lo ha dicho gente muy cualificada y yo puedo corroborarlo. Sólo por si inclinara al jurado a mi favor, diré que tenía un ligero parecido con el periodista Jesús Álvarez, pero repito que es imposible describir a Dios en cuanto el envoltorio que escoge.
En ese bar hay un mismo servicio para hombres y para mujeres, por eso muchas veces hay que esperar turno. En un primer momento no se mostró, permanecía apoyado en la pared. Mientras Él aguardaba, sin reparar en mí aparentemente, yo pensé en Dios, es más, puedo decir que entonces volví a creer. Fue un sentimiento tan profundo que no me percaté de que aquel extraño entraba en el servicio.
Esa placidez no perduró. Un momento después, una gran angustia apretó mi estomago de forma que temí que se tratara de un infarto. Era la manifestación de todos mis pecados, Dios, desde detrás de la puerta, hacía un examen de mi alma: me estaba purificando. Sin embargo para mí constituía el más intenso de los dolores. Tanto me quemaba que estuve cerca de perder el conocimiento.
Cuando ya no pude más, Él salió de la oscuridad. Era algo como una luz, en efecto, una luz distinta, sin mezclas. No puedo describirla porque no sé cómo hacerlo, tan solo recuerdo que era de un color que yo no había visto ni creo que vea hasta que muera. Apenas fue necesario que hablara para que yo comprendiera aquello que quiso enseñarme. Lo que para mí fueron años, transcurrió en un suspiro. Regresé con mi esposa a la barra del bar. No le dije nada porque Él se nos muestra de uno en uno, no quería asustarla. Me refresqué un momento y le pedí que saliéramos en seguida.
Respeto sus ideologías y sus credos, así como espero que la gente procure respetarme. Desde aquel día no pocas veces he topado con algunos a los que les he parecido un fantasioso. Muchos creen que el hecho de que estuviera en un bar me convierte en un borracho, otros me toman por una especie de iluminado. Yo acepto sin ofenderme aquello que emiten los seres humanos que aún no escuchan la música que Dios insufló a mi alma. Este mundo nos ofrece desconfianza, sólo espero que ustedes posean algo de fe.
Tengo una nieta a la que quiero hacer un regalo: un breviario muy delicado que se vende en una tienda de antigüedades que hay cerca de mi casa. No quiero nada para mí, sólo trato de que mi nieta, en esa edad tan complicada, encuentre en ese libro las respuestas que, ni este mundo atribulado, ni su pobre abuelo, son capaces de transmitirle.
Como han oído muchas veces, Dios es principio y fin de todo. Comprenderán que también sea el punto y final de mi pequeño relato, por eso les escribo aquello que expresó con palabras, para que puedan dedicarles tanta atención como yo. Durante mi experiencia, un único pensamiento interfirió en mi cerebro. Decía: es maravilloso, pero estoy muerto. Él adivinó el sentido de ese pensamiento y con su celestial chorro de voz dijo: ahora serás feliz. Fue entonces cuando desperté, arrodillado en el suelo del FM, y vi cómo se iba. Envuelto en su temporal capa, Dios caminaba hacia la puerta de la calle.
Este relato, 100% verídico, lo presenté al concurso Cumbres Borrascosas, y quedó antepenúltimo de su grupo. Una pena.
4 comentarios:
lalalalala
bueno, pero hay relatos a los que le sviene bien el marchamo de incomprendidos.
¿Qué sería de una historia así después de un aplauso?
¿Qué hubiese sido de Jesucristo si a Pilatos le da por absolverlo?
Una derrota atiempo vale oro...
:-)
pues sí. javier perez tiene toda la razón. respecto a "el pesado" he de decir que me ha gustado. como crítico creo que narras muy bien, la estructura del cuento mantiene el misterio que si no he leído mal no se resuelve, aunque la tragedia del personaje esta servida ya desde el principio. una pregunta: no eres tu mismo el protagonista? me gusta tu sentido del humor. y en referencia al tema, creo que ya no está de moda, lo que no quiere decir que tu relato no tenga calidad, pero, desgraciadamente, la literatura es como la alta costura: hoy en día, los escritores acabados antes de ser escritores, dios y los crápulas intelectuales ya no están de moda, ahora esta de moda escribir de gays, transexuales y mujeres liberadas que arrasan en los negocios. pero, sobre todo, sobre todo, te mando muchos ánimos; la calidad tiene su recompensa tarde o temprano.un escritor no es quien publica, sino quien escribe. A mi me gustas, por si sirve de algo.
Pues sí, intenté parodiar a los iluminados que envían este tipo de reflexiones pero poniéndole un poco de seso, probablemente si hubiera dejado la referencia a Dante que puse en el borrador lo hubiera pillado más gente, pero se perdería autenticidad.
Pese a lo que pueda parecer, no protesto. El sistema de este concurso me parece bien, aunque me cansa que el 50% de los relatos que leí acabaran en suicidio. Es una constante como lo de la transexualidad que comentabas.
Gracias por los ánimos y por los comentarios.
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