CON PRISAS ES CHUNGO
Con prisas es tan costoso... Se acaba el tiempo, no hay ideas, recuperar el balón cuesta tanto, subirlo, centrar para que despejen, siempre la misma jugada, y el cronómetro corre, y las jornadas transcurren, y el equipo no gana, no suma. Así no hay quien se concentre, dan ganas de dejarlo, abandonar. Con prisas las carencias de los que juegan en mi equipo se subrayan. Nadie pone algo que sirva para ganar, ni un pase bueno, ni un chut, y nunca las dos cosas a la vez. Por el centro es complicado, los pases desde la banda van fuertes o flojos o mal colocados, nadie remata entre los palos y, si alguien lo hace, chuta despacio o el portero contrario se convierte en un ágil villano, o el árbitro escamotea un penalti a mala leche.
Hay equipos como el nuestro que tienen prisas desde que comienza el partido, prisas y ansiedad. La ansiedad es el coco de los entrenadores de los equipos mediocres; en cuanto las ganas pueden a las ideas se acaba la diligencia. Los equipos que se juegan el descenso en los últimos partidos echan el resto para sobrevivir, no hay duda, pero eso no garantiza nada, y sus rivales les marean el frenesí, la tocan cuatro veces y les vuelven locos. A los colistas les da el tembleque y así es difícil que consigan escapar del pozo.
Sin embargo, un día, de vez en cuando, topan con un contrario relajado, o el árbitro les regala un penalti, o el equipo se quita el miedo con un gol y remacha con otro, y los jugadores sonríen y se dicen: lo vamos a conseguir. Ha llegado la primavera, y los muchachos y las muchachas se besan en las gradas, y el equipo remonta y el éxtasis logra que el público anime y crea.
Aunque la mayoría de los domingos no sucede, y llega un aguafiestas que se escapa en un contragolpe y celebra el gol bailando samba, el muy mamarracho.
Con prisas es tan costoso... Se acaba el tiempo, no hay ideas, recuperar el balón cuesta tanto, subirlo, centrar para que despejen, siempre la misma jugada, y el cronómetro corre, y las jornadas transcurren, y el equipo no gana, no suma. Así no hay quien se concentre, dan ganas de dejarlo, abandonar. Con prisas las carencias de los que juegan en mi equipo se subrayan. Nadie pone algo que sirva para ganar, ni un pase bueno, ni un chut, y nunca las dos cosas a la vez. Por el centro es complicado, los pases desde la banda van fuertes o flojos o mal colocados, nadie remata entre los palos y, si alguien lo hace, chuta despacio o el portero contrario se convierte en un ágil villano, o el árbitro escamotea un penalti a mala leche.
Hay equipos como el nuestro que tienen prisas desde que comienza el partido, prisas y ansiedad. La ansiedad es el coco de los entrenadores de los equipos mediocres; en cuanto las ganas pueden a las ideas se acaba la diligencia. Los equipos que se juegan el descenso en los últimos partidos echan el resto para sobrevivir, no hay duda, pero eso no garantiza nada, y sus rivales les marean el frenesí, la tocan cuatro veces y les vuelven locos. A los colistas les da el tembleque y así es difícil que consigan escapar del pozo.
Sin embargo, un día, de vez en cuando, topan con un contrario relajado, o el árbitro les regala un penalti, o el equipo se quita el miedo con un gol y remacha con otro, y los jugadores sonríen y se dicen: lo vamos a conseguir. Ha llegado la primavera, y los muchachos y las muchachas se besan en las gradas, y el equipo remonta y el éxtasis logra que el público anime y crea.
Aunque la mayoría de los domingos no sucede, y llega un aguafiestas que se escapa en un contragolpe y celebra el gol bailando samba, el muy mamarracho.
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