jueves, 12 de abril de 2007

PUBLICADO EN ZARABANDA 12/06



Metros y kilómetros


Una mañana cualquiera, entre las ocho y las nueve, el subterráneo se convierte en un mal sueño para millones de trabajadores en el mundo. La marea humana fuerza su civismo entre empujones. A veces saltan chispas en los trenes: No empujen. No ven que no cabemos. ¿Usted se cree que yo estoy bien?

Muchos días el vagón está parado en una estación, no avanza. La gente sostiene los paraguas y los abrigos, algunos una mochila, y no hablan. Al cabo de unos instantes de nervios suena el silbato y el túnel vuelve a absorber el tren. Algo semejante al alivio relaja los gestos y se reanudan conversaciones que durante dos o tres minutos se han interrumpido. Casi todas giran entorno a lo mal que andan el trabajo, el equipo, la vivienda etc. Sólo si es lunes se preguntan qué tal ha ido el fin de semana y se contestan que estuvo bien.

Al conductor de un coche al menos le pertenece su espacio. También es suyo el Dióxido de carbono que vomita el tubo de escape. No hay empujones, sólo una desesperación privada que se traduce en algún toque de claxon. El conductor escucha cabreado la radio y entretanto su coche suelta mierda. Mientras inicia la tediosa búsqueda de aparcamiento piensa que sobran motivos para dejar el coche en casa o en el concesionario. Pero hoy día la obsesión por el confort es tan exagerada que es difícil convencer a nadie de que no consuma su ración de tapicería y kilómetros por hora.

En metro o en coche, la mayoría de trabajadores de Madrid tarda entre veinticinco y cincuenta minutos largos en llegar a su casa. Si se vive en Rivas y se trabaja en Madrid se tarda entre media hora y hora y media. Con las horas de trabajo y las del horario partido, queda poco tiempo para casi nada.

Peatones y ciclistas son privilegiados y una feliz excepción. Si tomar el subterráneo es un descenso al infierno, el cielo queda para los afortunados que llegan caminando al curro. La bicicleta es una alternativa ecológica y lírica, pero si llueve da canguelo y hay distancias que son excesivas para dar pedales. El autobús es el sostenible término medio. A pesar de que comparte inconvenientes con el metro y con el coche, y de que no es un medio rápido, el bus es un buen modo de hacer trayectos concretos.

En esas horas en que los enfermos acuden a consulta, los críos hacen novillos, y se incorporan al trabajo los abogados y los profesionales del diseño, el metro es el transporte más veloz. También es el más siniestro en el que se puede viajar. La idea de la gente encerrada en túneles es recurrente en los relatos y no tanto en las películas de terror y ciencia ficción. El metro es lo más parecido que hay a la oscuridad metafórica de la Literatura. Como la caverna, la mina, las catacumbas, o los calabozos, es un lugar oscuro y claustrofóbico que se asocia a la tristeza.

No obstante, gracias a la inversión privada, todo favorece la integración de los seres humanos en el mundo subterráneo. Las nuevas paradas construidas permiten que cada vez más trabajadores cumplan con el deber de saludar temprano al patrón. Televisiones en los andenes, periódicos en el suelo, músicos que tocan “Moliendo café”, vendedores de paraguas, e incluso bibliotecas, le dan un aire de centro comercial en decadencia, a la medida del burgués. Un espacio decadente, que no llega a ser apocalíptico y que sólo parece infernal cuando una muchedumbre coincide en el vagón.

La solución del transporte de tantos trabajadores en el mundo moderno (o posmoderno) es algo quimérica. El metro sigue siendo la mejor solución posible, y las mejores soluciones para que este medio funcione bien implican más movimiento de ladrillo.

No se deberían vender como logros las cifras de viajeros transportados porque lo único que dice ese dato es que cada día los mismos viajeros se aglomeran en el mismo andén. Ni es ético utilizar el transporte público como una baza electoral ya que éste apenas cumple la función de repartir a las hormigas por el hormiguero y ese servicio se paga con el precio de los abonos, que sube sin retrasos todos los meses de enero.

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