jueves, 19 de abril de 2007

VA Y VIENE CON SU BURRO



Desde mi mesa veo el campo. Si esforzara la vista quizá vería un burro con un carro a la espalda, carro en el que un gitano elegante carga la chatarra de la cañada real. Si imaginara que es una vaca y no un burro me recordaría a un valle (qué verde era el mío) o a una especie de paraiso terrestre en el que sabría tocar la guitarra, libaría aguardientes melosos en copas de oro vitrificado y abusaría de mi placer, pendiente de procurarme algún aburrimiento leve que contrastara en un día (tras otro) trufado de dichas ligeras, de encuentros felices, casi siempre conmigo mismo.

Si el pueblo de Roma tuviera una sola cabeza Calígula la habría cortado. Puede que sus descendientes, los del emperador, no los de los descabezados, viviéramos en el prado de enfrente, quizá los gitanos chatarreros serían repartidores de augurios y bonanzas, y no recogedores de hierros, y no apiladores de paléts, y no cartoneros, y no buhoneros, y no robarían gallinas.

Pero los romanos no tenían una sola cabeza, y Calígula sí. Al improductivo lo descabezaron y su caballo se quedó sin cargo de senador, y los descendientes del senador hoy tiran del carro del gitano con clase que camina desde Valdemingómez a la Cañada Real silbando "Quién maneja mi barca".

Ellos fueron reyes y esclavos y nosotros somos otra cosa, a medio camino entre las dos. Sin trajes de rayas ni un sombrero con una banda blanca, sin un burro pasitrote ni pocos cobres en el bolsillo. Sentados, como si hicieramos algo importante, mirando un valle que en otro tiempo fue nuestro, fue valle, y que hoy es carne de polígono.

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