lunes, 24 de diciembre de 2007

PROPALAR EL SILENCIO

Hay un instante, antes de la página en blanco, que lo paso pensando qué es lo que tengo que contar. Un texto vive gracias a los otros (aunque sea gracias a su desinterés); un no texto, el documento1, solo significa algo para el que lo trabaja, en este caso Vilos. Si le da a suprimir, si se va del despacho sin guardar los cambios, la reflexión que espera el lector dará paso a un catálogo de vagas suposiciones: está muy ocupado, está de viaje, está deprimido, debe haber ido con Carmen al supermercado, tiene trabajo atrasado, ya no le gusta tener un blog etc. En este constante intercambio, el blog estancado puede ser tan elocuente como cien líneas sabrosas; solo hace falta un golpe de vista para descubrir que el jacho flaquea. El silencio sugiere que alguien vive detrás, el texto no suele conseguirlo.

Carmen, que es mejor lectora que yo, rara vez me pregunta por lo que he colgado aquí. Sé que visita la página cuando me dice: “Llevas unos cuantos días sin escribir, ¿qué te pasa?” Por ella estoy haciendo este post. ¿Cómo son los textos de aquél que no encuentra nada que decir? Mi ambición es lograr que sustituyan al silencio sin tocarlo. Lo que haga con esta página en blanco, con las cien, doscientas o mil que me quedan por llenar, debería respetar al menos la belleza de ese silencio, la serenidad que aprecio (espero no ser el único), cuando me sumerjo en la incomunicación.

Cuando me siento en la playa, más que pensamientos, hallo una comprensión que no tardo en perder a fuerza de diálogos; que no consigo plasmar en las cien líneas que lleno de sabrosas palabras. Mi propósito para el año que entra es trasladar esa delicada comprensión a la próxima página en blanco.

¿Alguien cree que lo vaya a lograr?

2 comentarios:

Unknown dijo...

El temor que infunde la página en blanco revela un respeto por las palabras, una veneración por el lenguaje; es la vergüenza del ecsritor que, a medida que va escribiendo, va descubriendo el reflejo de su rostro en la letra impresa. Le comprendo y comparto ese respeto. Pero todo depende de hasta donde llegue el propósito de transgresión. Antonio Gala escribe en folios ya escritos por la otra cara. Y aún así, su cursilería es manifiesta. Da la mismo escribir sobre la nieve. O, como tan bellamente dijo Ángel González: "Escribir un poema, marcar la piel del agua".

Anónimo dijo...

No hay nada más fascinante que un cuaderno en blanco, la sensación de vacio que provoca el acercar el lápiz a la primera página. Y si es pluma ya ni le cuento. PERO HAY QUE HACERLO, SIGA