sábado, 1 de diciembre de 2007

EL CULEBRÓN

Alquilamos un coche cerca de la casa de mi hermano. Fuimos los tres por una carretera estupenda, de esas que solo necesitan los países avanzados. Circe con su mp4. No se separó de él desde que se me ocurrió regalárselo. El hijo de la viuda de mi hermano lo rellenó de canciones que era la primera vez que oía. Aquella tarde pensábamos que estaba cortada, fue muda todo el viaje; ahora sabemos que es su forma de ser. Llegamos la tarde antes y estuvimos dando vueltas por Hannover -cómo ha cambiado esa ciudad- la llevamos a cenar a un buen restaurante y en la vuelta al hotel parecía contenta.

Laudél estaba tan demacrado que se me saltaron las lágrimas. Arreglamos nueve o diez papeles, los firmó temblándole la mano, más por el miedo o por el significado que tenían esos papeles que por la enfermedad. Para ésta apenas tuvo unas vagas palabras de queja. Carmen entró a saludar (ella dice que se acuerda de haberlo visto en The Bottom, yo no lo recordaba) Después, Circe permaneció cuarenta y tres minutos en la sala de visitas. Salió impertérrita. A los veinte minutos ya estaba cantando canciones de los Beatles. Esa noche le contó a Carmen que su padre le había aconsejado que se quedara en Holanda y no volviera a Saba. Piensa que va a tener más oportunidades, y no nos atrevemos a llevarle la contraria. Al día siguiente llamó a su tía, luego me puse yo, luego Carmen. La tía no quiere.

Hemos llegado a un acuerdo, Circe vuelve con nosotros (Carmen leyó el último post y dice que no la comprendo, que prefiere estar en Saba: “En Madrid, dice, se vive de quince en quince minutos). Una vez en la isla, si sigue con la idea de marcharse, la ayudaremos –es posible que consigamos que reciba una pensión del ejército americano.

A parte de eso, me quedé con la sensación de que la había acompañado a ver a un oráculo triste. La sacamos de la molicie del arroz con lapas y del cuidado de sus primos para ponerla de cara a la muerte. Ya no era su padre, ya no era nada de nadie, sólo una cosita temblorosa y grave, adicta a las drogas, llena de dolor. Circe fue muy práctica y se refugió en las canciones. Por el retrovisor, a menudo la veo emocionarse cuando escucha y acompaña a media voz un tema de Céline Dion o de Tony Braxton.

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